3. EL SERENO


3. EL SERENO

De modo general podemos decir que, el sereno era el encargado de vigilar las calles y regular la iluminación en horario nocturno; y, en algunos casos, de abrir las puertas. Esta figura existió en España hasta 1977 y en algunos países de Sudamérica.

Hasta finales de los años 70 del siglo XX la figura del sereno era muy habitual por las noches en las capitales de provincia de España, a la vez que muy a menudo era fácil escuchar este grito:

-¡¡¡SERENOOOOOOOOOOOO!!! ¡¡¡clap clap clap!!!

Parece claro que el origen de este oficio hay que relacionarlo con el gran tamaño de las llaves de los portones antiguos, que suponían una carga pesada para llevarlas encima. A finales del siglo XIX, los policías municipales encargados de realizar el servicio nocturno, a los cuales los vecinos solían invitar a café y copa en las frías noches de invierno, también eran conocidos con el nombre de "sereno". Los "serenos" aparecieron como tales en la España del último cuarto del siglo XVIII y patrullaron por las calles de nuestras ciudades durante unos 200 años.

De hecho, los "serenos" eran los vigilantes que se encargaban de abrir las puertas de las casas por las noches, haciendo las veces de “portero nocturno”, socorriendo a los "olvidadizos" que, tras una noche "movida", a veces llegaban a casa dando algún tumbo que otro y sin sus llaves, para lo cual tenían en su poder las llaves de todos los portales correspondientes al distrito que estaba bajo su control. Los trasnochadores que llegaban a casa sin llaves les reclamaban dando palmadas, y cuando el sereno los oía contestaba con un sonoro: "¡Vaaa...!".  A cambio de su servicio, el sereno podía recibir alguna propina.

Debido a ello, se popularizó durante el siglo XVIII la profesión de sereno, quien, además salvaguardaba la seguridad de los barrios evitando altercados, avisando a los bomberos en caso de incendio y controlando el alumbrado público. Se cree que el primer cuerpo de serenos nació en Valencia en el año 1777, con intención de recolocar a los trabajadores de la industria de la pirotecnia que sufría una mala época debido a una prohibición de la fabricación y consumo de fuegos artificiales.

 

En un principio, el cuerpo de "serenos" de la capital del Turia estuvo conformado por los “coheteros”, que, como hemos indicado, en 1777 se habían quedado sin trabajo a causa de una prohibición que se decretó ese año a los talleres pirotécnicos. Las rondas de los serenos empezaban a las 11 de la noche y duraban hasta las 5 de la madrugada. El origen popular de su nombre tiene que ver con que estos personajes eran también los encargados de informar del estado del tiempo, y como la mayoría de las veces este era bueno, decían que estaba "sereno". También se ocupaban de dar la hora. El grito más frecuente era el de: "¡La (hora) en punto y sereno!". A veces, cuando en sus rondas eran atacados por maleantes, usaban sus silbatos o gritaban una hora equivocada para que un compañero fuera en su ayuda.

Los requisitos para entrar a formar parte del Cuerpo de Serenos consistían en no tener antecedentes policiales, medir cinco pies de altura como mínimo (un metro y medio, la media española de la época), tener voz fuerte y clara, y estar entre los 20 y 40 años de edad. No queremos dejar de señalar que los serenos por su trabajo no tenían asignado sueldo alguno ni seguridad social; sus emolumentos consistían en las propinas de los vecinos y en lo que le daban algunos comercios a final de mes.

En principio iban uniformados con un capote gris y una gorra de plato y además estaban armados con una garrota o chuzo, es decir, un palo de madera acabado en una punta de hierro, y también llevaban un farol, una canana, y a veces también una matraca, para alertar en caso de incendio.

Además, llevaban un silbato de bronce para poder avisar a las autoridades pertinentes en caso de altercado o incendio y para comunicarse entre ellos. A veces, llegaron a hacer sonar el silbato por cualquier situación, tuviera o no gravedad, así que la policía ante tanta alarma injustificada optó por no hacerles caso. Aquí parece estar el origen del dicho: “Te han tomado por el pito del sereno”, que significa que no te toman en serio. No obstante, los serenos se tomaban tan concienzudamente su cometido que al primer indicio de alboroto o ruido en la calle hacían sonar su silbato enérgicamente, llenando la noche de continuos pitidos.

 

La forma de actuar de los serenos tenía también sus “peculiaridades”, según el lugar donde ejercían su profesión. Así, en la ciudad de Badalona, tenían una función especial aparte de las antes mencionadas. Su misión era despertar a los pescadores. Sabían la hora a la que se debía despertar cada uno por un sencillo código que habían establecido entre ellos. Los pescadores ataban una cuerda en el picaporte de su casa con los nudos correspondientes a cada hora, es decir: si la cuerda tenía tres nudos quería decir que se despertara a las tres, si era a las tres y media, la cuerda llevaba tres nudos y un lazo. 

En el Madrid de los años 50, para muchos madrileños los serenos forman parte de sus recuerdos de infancia. Eran guardianes de las calles e incluso de confidentes de algunos secretos inconfesables. El último sereno en Madrid se dice que fue Manuel Amago y como reconocimiento a su labor fue homenajeado por la Comunidad de Madrid  y tiene una placa conmemorativa en la calle Doctor Gómez Ulla, en el barrio de Salamanca. En esta calle, entre los portales 8 y 10 se puede leer: “A Manolo Amago, el último sereno de Madrid, en agradecimiento a sus servicios desde 1956”. 

Durante la época del franquismo, los serenos ejercían en cierto modo de vigilantes nocturnos para salvaguardar el modo de “vida ejemplar” impuesto por la dictadura. La figura del sereno en España desapareció en el año 1977. Con la llegada de los porteros automáticos y de la modernización de las cerraduras, las personas ya podían llevar sus propias llaves. Además, de las tareas de vigilancia de las calles empezó a ocuparse la policía local. Hasta esa época en Madrid había serenos por toda la ciudad: desde el Paseo del Prado y la zona del parque de El Retiro, al barrio de Vallecas y por la zona del cerro del Tío Pío. Además, como hemos indicado, los serenos no tenían un sueldo ni seguridad social. Y ésta fue una de las principales razones para que este trabajo poco a poco, fuera desapareciendo.

Como en el resto de los oficios, el de sereno también ha sido objeto de la atención de escritores y poetas. Por ejemplo, el cronista Pedro Felipe Monlau nos describe en su libro Madrid en la mano (1850) cual era la realidad de los serenos en el siglo XVIII. A partir de1854 se unificaron en España las misiones de “sereno” y “farolero”. Veamos lo que nos dice:

“Antiguamente el alumbrado de las calles y plazas estaba a cargo de los vecinos, quienes cuidaban de encender, limpiar y conservar los faroles, y de los propietarios, que tenían a su cargo costear y reponer los faroles y las palomillas, abonando además a los vecinos el coste de las luces. En 1765 se estableció una dirección oficial de este ramo de policía, disponiéndose la iluminación de las calles y plazas durante los seis meses de invierno, o sea desde octubre a abril. En 1774 se acordó que la iluminación continuase en los demás meses de verano. En 1798 se crearon los serenos, reuniendo este ramo con el de alumbrado, y aumentando hasta 96 reales anuales el impuesto anual de 64 reales 20 mrs. por cada luz que se venía pagando desde el primero de enero de 1766. Esta contribución de farol y sereno se aumentó desde el primero de enero de 1820 hasta 120 reales, cuya cantidad es la misma que se sigue pagando hoy día”.

La recordada y admirada Gloria Fuertes, en el libro “Mujer de verso en pecho”, nos cuenta en unos magníficos y rotundos versos la vida del sereno.

“El sereno”

El sereno el domingo madrugaba.
Levantado a las siete de la tarde,
se iba a ver los colores al paseo.
Por la noche el sereno era distinto,
conocía a las putas por las piernas,
conocía a los chulos por el paso
y tenía un revólver pequeñito.
El sereno era pasto de la noche,
entendía de gritos de mujeres,
sabía si parían o gozaban
y reía o llamaba al cirujano.
El sereno era un hombre misterioso,
se afeitaba debajo de la luna
y fumaba cigarros prohibidos.
El sereno está preso,
pues le daba
por proteger a un coro de mendigos.
 

El sereno fue también el protagonista de diversas obras de teatro, como en el sainete ¡Sereno!, de Emilio Sánchez Pastor.

 

Nos parece de justicia recomendar la lectura de Faroleros y serenos (1976) de la historiadora, investigadora y bibliógrafa española María del Carmen Simón Palmer.

Los serenos están muy presentes en varias películas costumbristas de la posguerra, y en zarzuelas como la titulada ¡LAS DOCE Y MEDIA Y SERENO!, original de Fernando Manzano, estrenada en Madrid en 1890. La escena representa la posada de un pueblo, en donde podemos contemplar todos los elementos que caracterizan un ambiente típicamente rural: la cuadra, un abrevadero con caño por donde sale agua, un carro con varios sacos de trigo, un farol encendido…

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